martes, 17 de enero de 2012

EXPOSICIONES EN MADRID

Soy lectora fiel del suplemento cultural Babelia. Vivo en un pueblo lejos de todos los acontecimientos culturales que allí se publicitan y siento una abismal diferencia con la realidad que me rodea.

En muchas ocasiones hemos hecho viajes familiares o de pareja con estancia en ciudades a las que nos llevaba la visita a un museo o una exposición. Pero desde hace un año hago escapadas de un día a Madrid, lo que si bien puede parecer fatigoso, me resulta económico y sobre todo muy gratificante.

Y la lectura de las buenas críticas sobre la exposición "La caballería roja" en La Casa Encendida y que finalizaba el 15 de enero, acaba de llevarme una vez más a Madrid donde visité anteriormente la dedicada a Alexander Deineka en la Fundación Juan March, considerando una oportunidad única disfrutar de una visión tan completa del periodo del arte ruso comprendido entre la Revolución y el periodo Stalinista. Muy buenas exposiciones, gratuitas y sin necesidad de reservas.

Pienso aprovechar este viaje y visitar la colección "El Hermitage en el Prado". ¡Suficiente contenido para una de estas escapadas! Cuál es mi sorpresa cuando al intentar adquirir anticipadamente las entradas a través de Internet, compruebo que están completos todos los fines de semana hasta marzo. ¡Me encanta este país!

Recuerdo entonces que "Arquitecturas pintadas", en el museo Thyssen, acaba el 22 de enero. ¡¡¡Aquí sí tengo entradas!!!

Los dos días anteriores a mi escapada los paso con la preocupación de no tener tiempo para todo ello. Llevo información de la duracción aproximada de cada una de las visitas. Esperemos que el autobús no se demore, que la comida no se prolongue ni el metro se retrase.

El sábado salgo a Madrid en el autobús de las 7´30. Volveré en el de las 19´30. Dispongo de 8´15h.

Paso todo el viaje leyendo y a las 11´05, diez minutos antes de lo previsto, llego a Madrid. A las 11´30 entro con mi hijo  en la exposición del museo Thyssen.

De camino, me ha preocupado que la ansiedad por aprovechar el tiempo me impida disfrutar relajadamente  de la pintura. Sin embargo, cuando entro en la primera sala, con escasos visitantes, la delicadeza y el equilibrio de las obras del Treccento me permite disfrutar de ese momento y olvidar todos los planes hechos para el resto del día y a medida que avanzo por las salas,  la belleza de esos cuadros se me impone de tal manera, que el Arte Soviético, primer motor de mi viaje va perdiendo interés.

Nuestra visita es pausada y me relajo ante las perspectivas pintadas, dentro de ese espacio buscado y logrado, entre túneles de arcos y columnas, calles, atmósferas palpables, color y luz. Van pasando sucesivos siglos entre lo que allí vemos. Frente a algunos cuadros siento un poder hipnótico que me da una gran paz. Recuerdo las recientes palabra de Almudena Grandes respecto a los que, cada cierto tiempo, necesitan acudir al Prado como quien recibe un bálsamo. Es esa necesidad la que me trae hasta aquí.

Y como en todas las exposiciones, compruebo cuánto desconozco y me admiro ante esas mujeres que siempre encuentro, que ya han superado los 60 años, con una exquisita formación que aprecio al detenerme junto a ellas y a las que imagino formándose en una época en la que no era tan habitual el acceso a la Universidad.

Disfruto de la exposición y de mi hijo, de su capacidad para captar el detalle, de su memoria y su sensibilidad.

Cuando salimos, una pareja mayor, orgullosa de su poder adquisitivo, comenta al entrar: "Como aquí es de pago, será más entretenida.".

Tenemos una reserva para comer en un restaurante hindú de la calle Sta. Isabel. No nos pueden servir el menú anunciado en su página web. Se nos ofrece un menú más caro en el que tendremos un descuento por ser Año Nuevo. Nos tratan con mucha cordialidad y nos obsequian con diferentes detalles, pero sobre todo, comemos  bien.

A nuestro lado una joven pareja come mientras cada uno de ellos maneja su ordenador portátil. No han hablado durante la comida. ¡Están conectados a Facebook!

Al salir, los edificios de la calle Sta. Isabel están bañados de una luz que luego encontraré en algunos cuadros de la segunda parte de la exposición. Casas de poca altura, árboles todavía con hojas del color de las fachadas. Me gusta este Madrid que conserva su aire de ciudad de provincias, sin pretensiones y con grandes contrastes, a pocos minutos de una de las mayores concentracciones de arte de Europa.

Y llegamos a La Casa Encendida donde vemos "La caballería roja". Me había informado de la duracción aproximada, una hora, y recordaba haber leído que "un paseo de 40 minutos por La Casa Encendida nos acercará a este periodo....". Esta exposición que terminó el 15 de enero tenía un planteamiento exhaustivo lo que merece una lectura atenta de toda la información escrita que acompaña los documentos gráficos expuestos.

Una visitante fotografía todos los textos escritos en las paredes y los elementos de la exposición.¡Quizá disponga de poco tiempo como yo o esté documentando una clase magistral!
Es un lujo disfrutar de estas exposiciones gratuitamente. Como el tiempo calculado no corresponde a lo que se necesita, optamos por acabar con una vista más rápida, lo que habiendo visto la exposición de Deineka no nos defrauda.

Quisiera tener más tiempo y caminar hasta la Casa de las Alhajas, segunda parte de la exposición del Thyssen, recorriendo las calles de Lavapiés hasta ese centro de Madrid. La falta de tiempo me obliga a coger el metro del que saldremos en la estación de Sol entre riadas de gente. Madrid está de rebajas y las calles cercanas a la Puerta del Sol y la Gra Vía son un enjambre humano.

Hace frío y al entrar en la Casa de las Alhajas se percibe un vaho cálido. En ese momento la luz es tenue en el interior,demasiado para la iluminación de estos cuadros que aparecen como empolvados. Esta parte de la exposición es gratuita. Son las 17´30 h. y hay mucha gente. Grupos de amigas y parejas de cierta edad buscan en los cuadros aquellos monumentos que visitaron al viajar a Roma, Florencia, Nápoles o Venecia. No hay silencio pero seguimos disfrutando. Y mi hijo lleva mi atención a un cuadro pintado por Bellotto, pintor que desconocía, como a tantos otros. Y acabo recorriendo de nuevo las salas, buscando sus cuadros y disfrutando de su luz. ¡La luz de la calle Sta. Isabel!

Y esta vez no me despido de mi hijo en el metro. Me despido en la sala y quizá por estar rodeada de tanta belleza me emociono como hacía tiempo no me sucedía.
En la estación de Avenida de América somos muchos los pasajeros que esperamos el autobús. Pienso que todos volvemos de Madrid o que Madrid habrá sido, para algunos, lugar de paso en este país  para buscar un posible destino.

Un padre de familia sentado a mis espaldas celebra durante el viaje "esta excursión que hemos hecho a Madrid". Los niños están callados, quizá cansados. los padres expresan su alegría por los museos visitados y que no conocían. La película Valor de Ley que proyectan durante el viaje no le parece adecuada para niños a este padre de familia. Pide la opinión de sus hijos pero ellos siguen callando.

Mi compañero de asiento ha llegado cargado con un instrumento musical. Trastea con su móvil y también calla durante todo el viaje.

lunes, 9 de enero de 2012

PREPARANDO EL VIAJE

 Todos mis viajes comienzan mucho antes de desplazarnos: la elección del destino, la planificación de las visitas, busqueda de alojamiento, el recorrido imaginado sobre calles dibujadas en los planos de ciudades desconocidas y con las que progresivamente me voy familiarizando antes de llegar, el repaso-en algunas ocasiones- del inglés o el francés...

Hoy inicio un nuevo viaje cuyo destino no había programado. Cumplo 56 años y mi marido me ha abierto este blog. Mi primera reacción es de rechazo, como tantas veces frente a cualquier tipo de regalo. Es algo nuevo y me surgen muchas dudas respecto a mi capacidad  de comunicar sinceramente mis experiencias en los viajes o ante la posibilidad de dedicar tiempo a una actividad que tendré que quitar del destinado a otras aficiones.

Pasan algunas horas y siento que me interesa, me conviene. Nos hacemos mayores. Perdemos tantas capacidades...Esto realmente me da miedo. Escribir me puede ayudar: un pequeño esfuerzo que trascienda más allá de la acumulación de imágenes que traigo de cada viaje, mientras tantos nombres se olvidan.

Hoy hemos enterrado a una de mis tías. Mi hijo pequeño vuelve a Madrid después de Navidad. El mayor regresa a Estonia el próximo martes. No volverá hasta el verano.

¡Tantos viajes..., imprevistos, programados...!